martes, 23 de febrero de 2010

El Samurái y los tres gatos
















Un samurai tenía en su casa un ratón del que no llegaba a desembarazarse. Entonces adquirió un magnifico gato, robusto y valiente. Pero el ratón, más rápido, se burlaba de el. 

Entonces el samurai tomo otro gato, malicioso y astuto. Pero el ratón desconfió de el y no daba señales de vida mas que cuando este dormía. Un monje Zen del templo vecino presto entonces al samurai su gato: este tenía un aspecto mediocre, dormía todo el tiempo, indiferente a lo que le rodeaba. El samurai encogió los hombros, pero el monje insistió para que lo dejara en su casa. 

El gato se pasa el día durmiendo, y muy pronto, el ratón se envalentono de nuevo: pasaba y volvía a pasar por delante del gato, visiblemente indiferente. Pero un día, súbitamente, de un solo zarpazo, el gato lo atrapo y lo mató.

¡Poder del cuerpo, habilidad de la técnica no son nada sin la vigilancia del espíritu!

martes, 16 de febrero de 2010

Una joya única















Cruzando el desierto, un viajero inglés vio a un árabe muy pensativo, sentado al pie de una palmera. A poca distancia reposaban sus camellos, pesadamente cargados, por lo que el viajero comprendió que se trataba de un mercader de objetos de valor, que iba a vender sus joyas, perfumes y tapices, a alguna ciudad vecina. 
 
Como hacía mucho tiempo que no conversaba con alguien, se aproximó al pensativo mercader diciéndole:
 
«Buen amigo, ¡salud! pareces muy preocupado. ¿Puedo ayudarte en algo?»
 
«¡Ay!», respondió el árabe con tristeza, «estoy muy afligido porque acabo de perder la más preciosa de las joyas».
 
«¡Bah!», respondió el inglés, «la pérdida de una joya no debe ser gran cosa para ti que llevas tesoros sobre tus camellos, y te será fácil reponerla».
 
«¡¿Reponerla?!... ¡¿Reponerla?!», exclamó el árabe. «Bien se ve que no conoces el valor de mi pérdida».
 
«¿Qué joya es, pues?», preguntó el viajero.
 
«Era una joya», le respondió el mercader, «como no volverá a hacerse otra. Estaba tallada en un pedazo de piedra de la Vida y había sido hecha en el taller del Tiempo.
 
Adornábanla veinticuatro brillantes, alrededor de los cuales se agrupaban sesenta más pequeños. Ya ves que tengo razón al decir que joya igual no podrá reproducirse jamás».
 
«A fe mía», dijo el inglés, «tu joya debía ser preciosa". Pero, ¿no crees que con mucho dinero pueda hacerse otra igual?»
 
«La joya perdida», respondió el árabe, volviendo a quedar pensativo,
 «era un día, y un día que se pierde ... no vuelve a encontrarse».

¿La mariposa o el hombre soñador?



El gran maestro taoísta Chuang Tzu, una vez soñó que era una mariposa que revoloteaba por todas partes.

En el sueño no tenía conciencia de su individualidad como persona. Era sólo una mariposa. 

De repente despertó, y se encontró tendido allí siendo una persona de nuevo. 

Pero al instante se preguntó, "¿Hace poco era un hombre que soñó que era una mariposa, o ahora soy una mariposa que sueña que soy un hombre?".